Este año se celebran 37 años de la adopción del Protocolo de Montreal, el acuerdo medioambiental ratificado universalmente para enfrentar el agotamiento de la capa de ozono.
La confirmación científica del agotamiento en la frágil capa de gas que protege al planeta Tierra de los efectos nocivos de los rayos solares, dio lugar a que la comunidad internacional impulsara un mecanismo de cooperación para tomar medidas.
La protección de la capa de ozono se formalizó en el Convenio de Viena, adoptado y firmado por 28 países en 1985, conduciendo a la redacción de un protocolo relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono.
El Protocolo de Montreal se firmó en 1987, fecha que desde 1994 se conmemora como el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono.
Este esfuerzo internacional conjunto permitió avanzar en la reducción y eliminación del uso de sustancias que afectan la capa de ozono, con el fin de protegerla y restaurarla progresivamente para proteger a la humanidad de la radiación ultravioleta.
Estas acciones contribuyen también a mejorar los resultados de las iniciativas para afrontar el cambio climático y proteger la salud de los ecosistemas.
¿Qué causa el deterioro de la capa de ozono?
El uso común y extendido de determinados productos químicos sintéticos son los que más efecto han tenido sobre el agotamiento de la capa de ozono.
Los halocarbonos son compuestos que, en uno o más átomos de carbono, están unidos a uno o más átomos de halógenos como flúor, cloro, bromo o yodo. Los que contienen bromo tienen mucho más potencial de agotamiento del ozono.
Los productos químicos que proporcionan la mayor parte del bromo y cloro son:
–Bromuro de metilo
–Metilcloroformo
–Tetracloruro de carbono
–Clorofluorocarbonos (CFC)
–Hiroclorofluorocarbonos (HCFC)
Estos dos últimos son parte de la familia de los halones, en cuya eliminación se centró inicialmente el Protocolo con un calendario para los países desarrollados, que se completará en 2030, y para países en desarrollo con fecha límite al 2040, siempre que sea posible su sustitución.
Además, el Protocolo de Montreal se centra en tomar medidas para controlar la producción y el consumo de casi 100 sustancias que agotan la capa de ozono, estableciendo para cada familia química un calendario gradual para reducir su consumo.
Aún después de varios ajustes y enmiendas al protocolo, en 2005 se registró el agujero de ozono antártico más grande, con más de 26 millones de kilómetros cuadrados.
Con más ajustes y la aceleración de los calendarios de eliminación de los HCFC, en 2009 el Protocolo logró la ratificación universal y un nuevo impulso basado en investigaciones científicas.
Capa de ozono y cambio climático
En 2009 un artículo científico señaló que 135000 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono se habían evitado gracias al Protocolo de Montreal, lo que supone una contribución significativa a mitigar el cambio climático.
Más recientemente, algunos estudios estiman que, para 2100, los clorofluorocargonos (CFC) habrían provocado un calentamiento adicional de 2,5 grados centígrados si no hubiesen sido limitados a tiempo.
La Enmienda de Kigali al Protocolo de Montreal, que entró en vigor en 2019, constituye un paso importante en los esfuerzos por reducir drásticamente los gases de efecto invernadero y así limitar el calentamiento global.
Este acuerdo contempla que, a lo largo de los 30 años, se reducirán en un 80% la producción y el consumo de hidrofluorocarbonos (HFC), compuestos orgánicos utilizados en acondicionadores de aire y otros dispositivos para refrigeración en reemplazo de los CFC.
Esta fórmula permite impulsar el desarrollo de equipos de refrigeración energéticamente más eficientes, favoreciendo la acción climática.
La plena implementación de esta enmienda resulta crucial para evitar hasta 0,4 grados centígrados el calentamiento global para fines de este siglo, al mismo tiempo que se protege y continúa recuperando la capa de ozono.
La evidencia científica muestra que la capa de ozono se recupera lentamente y, aunque en las regiones polares se espera una recuperación completa recién para 2060, en latitudes medias podrían recuperarse entre 2030 y 2050.
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