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Rita Hayworth, una diva que ocultaba un pasado doloroso

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Rita Hayworth, una diva que ocultaba un pasado doloroso

Rita Hayworth interpretaba a mujeres sensuales e intrépidas, personajes que nada tenían que ver con su vida real repleta de traiciones y soledad.

“Rita Hayworth solía decir: ‘los hombres se acuestan con Gilda pero se despiertan conmigo’”. Entre las frases que más se recuerdan de Un lugar llamado Notting Hill, aquella comedia romántica en la que Julia Roberts interpretaba a Anna Scott, una estrella de cine enamorada del librero londinense que encarnaba Hugh Grant, esa cita a la diva sexy del Hollywood dorado no es la que más se destaca. De hecho, Roberts explicó en varias oportunidades, y seguramente lo volverá a hacer este año cuando se festeje el 25 aniversario del estreno de la película, que esa era una de las líneas que menos le gustaba del guion de Richard Curtis. Ella, que al principio de su carrera cuando apareció como la pelirroja prostituta Vivian en Mujer bonita, sentía tal vez que aquella famosa sentencia de Hayworth arrastraba un dolor demasiado grande como para incluirlo en la comedia de 1999.

Sin embargo, con el paso del tiempo hasta Roberts pudo valorar ese pasaje del film que le presentó a muchos espectadores jóvenes a Gilda, sí, pero también a aquella maravilla llamada Rita Hayworth. Sirena de la pantalla grande, casada cinco veces, princesa por un tiempo y amante de figuras como Howard Hughes, Victor Mature, David Niven y Kirk Douglas, además de una pionera en denunciar los abusos en Hollywood, la actriz nació en 1918 en Brooklyn con el nombre de Margarita Carmen Cansino. La hija del bailarín español Eduardo Cansino supo desde chica que lo suyo no era el estudio. Su talento, según descubrió su padre artista de vaudeville, era la danza. Así, a los 12 años Hayworth empezó a presentarse junto a su padre como el dúo los Cansinos danzantes. Para que pareciera mayor de lo que era, le tiñeron su pelo naturalmente castaño a negro azabache, el primero de los sustanciales cambios de imagen que tendría la actriz a lo largo de su carrera.

Rita Hayworth y Gilda, su personaje más famoso

Rita Hayworth y Gilda, su personaje más famosoTwitter

En la biografía de Hayworth If This Was Happiness (Si esto era la felicidad), publicada en 1989, dos años después de su muerte, la autora Barbara Leaming cuenta que fue en los ruinosos casinos flotantes de la costa californiana donde comenzó la vida profesional de la actriz, un debut que incluía el maltrato constante de su padre borracho que se jugaba sus ganancias y, según ella misma le reveló años después a su por entonces marido Orson Welles, abusaba sexualmente de ella. Después de esa temporada en los barcos, la familia se instaló cerca de la frontera de Estados Unidos y México para que Rita y su padre pudieran acceder rápidamente a la escena de los clubs nocturnos de Tijuana.

“Para ella no había colegio, amigos o amigas. Su vida era esperar sentada sin hacer nada hasta que fuera la hora de ir a Tijuana”, recordaba una de las vecinas de la familia Cansino de esa época. Esa rutina solo se completaba con las largas horas de ensayos en las que su padre la seguía hostigando. Tal vez por eso, con apenas 19 años Hayworth decidió casarse con Edward Judson, un vendedor de autos usados que la doblaba en edad y no tenía las mejores intenciones para el matrimonio.

“Me casé con él por amor, pero para Eddie yo era una inversión”, contó Ia actriz que pasó cinco años con Judson durante los que el hombre la empujaba a participar de eventos de Hollywood con la intención de que la descubrieran, además de obligarla a someterse a un doloroso procedimiento de electrólisis para hacer que la línea de su cabellera se alejara de su frente para ocultar su aspecto latino. Con el mismo objetivo en mente, Hayworth dio con el color de tintura que se convertiría en su marca registrada: el caoba lustroso que lograba la alquimia imposible de reflejarse en pantalla aún cuando el cine fuera en blanco y negro. Las maquinaciones de su primer marido llegaban lejos: según Welles, Judson era literalmente un proxeneta que acordó con el poderoso Harry Cohn, el jefe del estudio Columbia Pictures que acaba de contratarla, que la actriz se acostaría con él. Cuando Hayworth se negó a hacerlo, el ejecutivo comenzó una campaña contra ella, quien llegaría a ser su mayor estrella, que duró casi dos décadas.

Cohn, quien la rebautizó Rita Hayworth y apostó a que sería un éxito, se obsesionó con su protegida. Durante años, la actriz tuvo que lidiar con sus avances inapropiados, con el hecho de que instalara micrófonos en su camarín para espiarla y hasta que le aplicara penalidades financieras aduciendo “insubordinaciones” de su parte. También, según cuenta la historia oscura de Hollywood, para incomodarla solía convocarla a su despacho, donde orinaba con la puerta del baño abierta. “En frente de la gente, Harry Cohn podía decir que nunca me había puesto una mano encima”, relató la actriz a The New York Times, en 1970. “Por supuesto que no lo hizo, ¡simplemente porque no se lo permití! (…) Lo que él amaba era el poder. Pero, ¿querés saber algo? Si él pudo alguna vez enamorarse de alguien, creo que estaba secretamente enamorado de mí”. No fue el primero ni el último de los hombres de su vida que aunque decía amarla, la maltrataba.

Rita Hayworth y Orson Welles durante la filmación de La dama de Shanghai

Rita Hayworth y Orson Welles durante la filmación de La dama de ShanghaiBettmann – Bettmann

Divorciada por fin de Judson, su carrera empezó a crecer: protagonizó Sangre y arena junto a Anthony Quinn y Tyrone Power y participó de Desde aquel beso y Bailando nace el amor con Fred Astaire, quien solía elogiar su habilidad y talento: “Aprendía los pasos de baile más rápido que cualquier otra persona que yo haya conocido. Le mostraba la coreografía antes del almuerzo y para cuando volvía de comer ya se la sabía a la perfección”, recordaba el actor sobre su partenaire.

La admiración de sus pares se extendía al público y a la prensa que la convocaba constantemente para hacer sesiones de fotos que exaltaban su belleza y sensualidad. Una de las más recordadas de la época fue la que realizó para la revista Life, cuyo ejemplar con Hayworth posando arrodillada en una cama llegó a manos de Orson Welles, el muchacho prodigio de la industria del cine tras El ciudadano, que en ese entonces estaba en Brasil filmando un documental que quedaría inconcluso.

Orson Welles quedó obnubilado con la belleza de Rita Hayworth, con quien  contrajo matrimonioOrson Welles quedó obnubilado con la belleza de Rita Hayworth, con quien contrajo matrimonio-Donaldson Collection – Moviepix

“Vi esa fabulosa fotografía de la revista Life y tomé la decisión: cuando volviera a casa iba a conquistarla”, contó Welles años después de que su campaña de seducción de la actriz resultara en un matrimonio de cuatro años, una hija y la certeza de ambos de que eran el amor de la vida del otro. Claro que ese mutuo apasionamiento no pudo evitar el divorcio cuando el actor y director demostró que la monogamia no estaba entre sus muchos talentos. Sin importarle quién lo supiera o que su esposa se enterara, Welles tuvo amoríos con muchas mujeres anónimas, pero también con la conocida heredera Gloria Vanderbilt y con Judy Garland.

Mientras su esposo se comportaba como un hombre sin compromisos, Hayworth languidecía en su mansión de Los Ángeles, poco motivada por su carrera y horrorizada por el alcance de su fama. Según le reveló Welles a la biografa de la actriz, en 1946 la popularidad solo le traía disgustos a la que pronto dejaría de ser su esposa. Cuando Hayworth se enteró de que su imagen había sido estampada en una de las bombas nucleares utilizadas en el atolón Bikini para comprobar su poder e impacto ambiental y que además el gobierno de los Estados Unidos había bautizado a la bomba Gilda, en “honor” a su personaje más famoso, se enfureció al punto de querer viajar a Washington para protestar. Un impulso que Cohn, su jefe y acosador cortó de cuajo por “antipatriótico”.

Rita Hayworth en La dama de Shanghai

Rita Hayworth en La dama de Shanghai

Lo cierto es que entre el fin de su matrimonio con Welles, su cada vez más excesivo consumo de alcohol y su desilusión con la actuación, Hayworth estaba lista para un cambio, y así, poco después de filmar La dama de Shanghai a las órdenes de su segundo exmarido, decidió tomarse un largo descanso en Europa. Durante sus vacaciones en París participó en una gala de caridad dónde atrajo las miradas de todos pero sobre todo la del príncipe Ali Khan.

Conocido como un dandy millonario, sibarita, apasionado jugador de polo, piloto de carreras, soldado e hijo del líder espiritual Aga Khan, el príncipe hizo lo posible por que le presentaran a la actriz, sin importarle demasiado que en aquel momento estaba casado con otra. Como si se tratara de un cuento de hadas-o uno de suspenso-, en cada hotel que Hayworth se hospedaba durante su recorrida por la Riviera Francesa aparecían los rastros de Khan que llenaba sus habitaciones de flores y hasta le enviaba a una adivina para que le asegurara que él era su destino. Finalmente, la actriz aceptó sus atenciones en gran parte porque veía a su nuevo pretendiente como el mejor camino para alejarse definitivamente de Hollywood.

Hayworth y el principe Ali Khan se casaron en 1949

Hayworth y el principe Ali Khan se casaron en 1949ullstein bild Dtl. – ullstein bild

El romance, más allá de algunos obstáculos -la sociedad norteamericana no estaba cómoda con el hecho de que su diva preferida se involucrara con un líder musulmán y hasta el Vaticano opinó contra la pareja- se oficializó apenas salió el divorcio de Khan con una ceremonia en el registro civil del coqueto pueblo costero Vallauris. A la fiesta, según contó la prensa de aquel momento, asistieron “siete príncipes, cuatro princesas, un maharajá, un emir y treinta periodistas”. Las fotos de la época muestran también la gran cantidad de público local que se alineó en las calles de Vallauris para ver pasar a la estrella de Hollywood convertida en princesa.

La realidad, sin embargo, estaba lejos de ser tan feliz como las glamorosas imágenes parecían indicar. Mientras Khan disfrutaba de las fiestas, los encuentros de la alta sociedad y todos los oropeles que sus privilegios de nacimiento le otorgaban, Hayworth pronto se dio cuenta de que ella era poco más que una figurita decorativa para él y que sus constantes salidas le interesaban poco y nada. Embarazada de su segunda hija, Yasmin Khan, la actriz empezó a retirarse del mundo, preocupada por los supuestos ladrones de joyas y potenciales secuestradores que la acosaban y por los muy reales paparazzi que no la dejaban en paz. Ya con su beba recién nacida, Hayworth pasaba sus días encerrada en su habitación, bebiendo y bailando sola al ritmo de los discos de música española que siempre llevaba consigo.

La multitud reunida frente al registro civil para ver la salida de la actriz junto a su flamante marido, Ali Khan

La multitud reunida frente al registro civil para ver la salida de la actriz junto a su flamante marido, Ali KhanArchivio Cameraphoto Epoche – Hulton Archive

Al tiempo que las peleas con su marido y su comportamiento cada vez más errático marcaban el final del matrimonio, la actriz sufría por la posibilidad de que Khan intentara quedarse con la custodia de la princesa Yasmin. Para evitarlo, en 1951, Hayworth dejó Europa junto a sus dos hijas y se instaló en Nueva York. Una nueva etapa que muchos de sus amigos más cercanos señalaron después como el comienzo de su debacle definitiva. Esa etapa que incluyó un nuevo esposo, el actor, músico y director de orquesta nacido en la Argentina Dick Haymes, una demanda de los estudios Columbia en su contra, una batalla legal con Khan por la custodia de Yasmin, y que el Estado le quitara -temporalmente-, la custodia de sus dos hijas.

Hayworth en la escena más famosa de Gilda

Hayworth en la escena más famosa de Gilda

Con el paso de los años Hayworth volvió a instalarse en Los Ángeles, se divorció de Haymes, apodado por todos en Hollywood como el “señor malvado” debido a las brutales golpizas que le propinaba, se casó -por quinta y última vez-, con el guionista James Hill y empezó a mostrarse desorientada tanto en los sets como en su vida cotidiana.

Los rumores sobre sus olvidos en los rodajes y el constante estupor de alcohol en el que parecía pasar sus días se combinaban con la preocupación de sus amigos,que la veían cada vez más alejada de la realidad. Y estaban en lo cierto en más de un sentido. A los 60 años le diagnosticaron un Alzheimer avanzado que explicaban algo de su comportamiento aunque quienes conocían a Rita, a Margarita, más allá de los brillos de Gilda, sabían que después de una vida llena de soledad y sufrimiento, la mujer finalmente había sucumbido bajo el peso de su propia leyenda.

(Por Natalia Trzenko para La Nación)

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