Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, comenzó un apogeo del espiritismo para incentivar la comunicación con los muertos en combate. Sir Arthur Conan Doyle, que había perdido un hijo, fue quien más se interesó en los duendes retratados por dos adolescentes.
Una tarde de junio de 1917, la jovencita Frances Griffith, entonces de 10 años, volvió a su casa con su vestido sucio y los zapatos embarrados. Su madre, enfadada, le preguntó dónde había estado para volver en tan lamentable estado, a lo que Frances contestó: “Jugando con hadas”. La Sra. Griffith la envió castigada a su habitación, donde se encontró con su prima, Elsie Wright, de 16 años. Entre ambas discutieron la forma de demostrar que realmente habían estado jugando con hadas.
A tal fin, se llevaron la cámara del padre de Elsie, que era ingeniero, y regresaron con unas fotos donde se veía a Frances jugando con pequeñas ninfas en un arroyo cercano al pueblo de Cottingley.
Sin saberlo entonces, estas fotos darían la vuelta al mundo y se convertirían en el centro de un extenso debate.
La primera en ver las fotos fue la madre de Elsie, quien enseguida desdeñó las imágenes como un truco… Sin embargo, las niñas continuaron sacando fotos de las hadas cerca del arroyo y las enviaron a varios conocidos, entre ellos a Johanna Parvin, una amiga que vivía en Sudáfrica, país donde Frances había nacido.
En la carta adjunta a las fotos, Frances le contaba a Johanna: “Elsie y yo somos muy amigas de las hadas del arroyo… es curioso que no las haya visto en Sudáfrica… Debe ser por el calor”.
En 1919, Polly Wright, la madre de Elsie, presentó las fotos en una reunión de la Sociedad Teosófica de Bradford. Inglaterra atravesaba un momento muy particular después de la Primera Guerra Mundial; millones de hombres habían muerto en ese terrible enfrentamiento. No había familia en el país que no tuviera un fallecido durante la contienda, ya fuera por las balas enemigas o la terrible gripe española.
Nadie se había podido despedir de estos jóvenes, ya que la mayoría quedaron enterrados en los campos donde habían caído a lo largo y ancho del Imperio. El mundo se pobló de cementerios donde no siempre se podía identificar al muerto. De allí que hubiese un apogeo del ocultismo, la teosofía, el espiritismo y cualquier forma de intentar comunicarse con esos muertos a quienes no habían podido darles un último adiós.
Entre estos interesados en el espiritismo estaba Sir Arthur Conan Doyle, el médico y escritor creador del detective más sagaz de todos los tiempos: Sherlock Holmes.
Al igual que casi todos los habitantes de Gran Bretaña, Conan Doyle había perdido un hijo y un cuñado en la contienda, y aún desde antes de la guerra, y con más razones después, estaba interesado en comunicarse con el más allá. Como tanta gente, Connan Doyle creía en lo que necesitaba creer.
Al enterarse de la existencia de las fotos, el 30 de junio de 1920, le envió una carta a Elsie para poder examinarlas. Vale aclarar que Elsie, a pesar de su corta edad, era una consumada artista dotada para pintar paisajes y retratos, y desde los 13 años trabajaba en un estudio fotográfico especializado en la confección de tarjetas conmemorativas, como fotos compuestas por retratos de soldados caídos en acción junto a sus seres queridos.
Conan Doyle estaba trabajando en un artículo sobre hadas para The Strand Magazine y le envió una carta a las jovencitas donde expresaba su interés por esas fotos a las que llamaba “maravillosas”. El artículo fue publicado en diciembre de 1920 y en esas páginas se explayaba sobre las “vibraciones mágicas” que transmitían las imágenes y “que agregaban encanto a cada valle y arroyo que solemos visitar, sumando un interés romántico a cada paseo que pueda darse por el campo”.
Conan Doyle había consultado a Sir Oliver Lodge, un investigador psíquico, quien consideró que las imágenes eran falsas, entre otras razones porque las duendecillas lucían “peinados demasiado parisinos” para su gusto.
Doyle, impulsado por un deseo de creer en estos fenómenos paranormales (que lo llevó a pelearse con su amigo, el famoso Harry Houdini), visitó a la familia Wright, a Elsie y Frances, quienes le parecieron honestas y respetables. Para él no existían dudas: las fotos eran auténticas.
El artículo titulado “Hadas fotografiadas – un suceso memorable” fue un suceso extraordinario pero, obviamente, controvertido, con opiniones contrarias a “inculcar ideas tan absurdas en los niños” y juicios más tolerantes, como los del Argus: “el día que matemos a Santa Claus con nuestras estadísticas habremos hundido un mundo glorioso”.
La casa en la que habitó Conan Doyle los últimos años se decía que estaba embrujada, con relatos de ruidos extraños y aparición de fantasmas. Sus dueños posteriores debieron exorcizarla para “alejar” esos malos espíritus»
En 1921 las jovencitas sacaron más fotos (en este caso con una cámara prestada para evitar manejos indebidos). Fueron cinco imágenes en total y Conan Doyle dejó de lado a Sherlock Holmes para escribir un libro que se llamó La llegada de las hadas, donde detallaba esta curiosa aparición en Cottingley.
El hecho concreto es que Sir Arthur Conan Doyle continuó escribiendo sobre espiritismo hasta el final de sus días, convencido de la existencia de estás gentiles hadas. El creador de Sherlock Holmes falleció el 7 de julio de 1930.
La casa en la que habitó los últimos años de su vida se decía que estaba embrujada, con relatos de ruidos extraños y aparición de fantasmas. Sus dueños posteriores debieron exorcizarla para “alejar” esos malos espíritus.
Los familiares de Conan Doyle han mostrado fotos del difunto escritor apareciendo ante un médium, pero estaban tan evidentemente trucadas como las fotos que tomaron Frances y Elsie, quienes antes de morir, a los 78 y 87 años respectivamente, confesaron en 1981 que las fotografías eran falsas, que las hadas eran recortes de libros infantiles (más precisamente del libro Princess Mary’s Gift Book), y que no habían confesado antes la mentira porque estaban avergonzadas de haber engañado a un hombre tan brillante como Conan Doyle.
Sin embargo, y hasta sus últimos días, Frances juraba haber visto hadas en el jardín de su casa.
(Por Omar López Mato para Infobae // Imagen Principal: las Hadas de Arthur Conan Doyle. | wikipedia)
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