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Los peligrosos devaneos libertarios y la Scaloneta

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Por Eduardo Van Der Kooy para CLARIN.

Existe una intención de limitar de modo discrecional la actividad de los hombres de prensa en la Casa Rosada. De hecho, se viene haciendo silenciosamente. 

Casi al mismo tiempo que la Selección de fútbol iniciaba en Miami el último tramo de su gran coronación, el portavoz de la Casa Rosada, Manuel Adorni, informaba en una señal de televisión (LN+) sobre un proyecto oficial para tornar más selectiva la actividad del periodismo en la sede del Gobierno. «Vamos a hacer una sala de prensa de élite. Periodistas que puedan demostrar que merecen estar cerca del Presidente de la Nación”, explicó.

La novedad de Adorni quedó naturalmente relegada en el interés general por las celebraciones populares desatadas desde el domingo a la noche. Una vez que la espuma bajó, tendría sentido reponerla por una razón: no se trata de una refutación a cualquier opinión periodística como las que suele hacer con vehemencia Javier Milei. Existe una intención de limitar de modo discrecional la actividad de los hombres de prensa en la Casa Rosada.

De hecho, se viene haciendo silenciosamente. A la periodista Silvia Mercado le fue cancelada su acreditación en la sede de Gobierno. Nadie nunca desde el poder explicó los motivos. La mujer ha presentado un recurso de amparo ante la Justicia, todavía sin resolución.

Algunas de las explicaciones brindadas por Adorni sonaron desopilantes. ¿Cuáles deberían ser los merecimientos para estar cerca del Presidente?. Además del tono discriminatorio su argumento incluyó una falacia visible. Las ruedas de prensa matinales son siempre realizadas por el portavoz. Nunca por Milei. Habría que cotizar, entonces, para poder tener algún roce con el contador-periodista.

Adorni se escudó en la idea de “jerarquizar el trabajo de prensa” para justificar la intención del gobierno nacional. Invocó la necesidad que le dé “orgullo a los periodistas tener acceso a la sala de conferencias”. Primera pregunta: ¿Aquella presunta jerarquización debe moldearla el poder o es un atributo indelegable de los mismos periodistas, las empresas a las cuales pertenecen y la opinión pública?. Segunda pregunta: ¿Esa pretendida intromisión no colisiona con el pregonado valor de la libertad de la administración de LLA? .

El portavoz resultó llamativamente generoso a la hora de explayarse sobre las restricciones por venir. “Se buscará la excelencia –sostuvo- para acreditar medios según su alcance, según su audiencia y además exigiendo determinadas características a los periodistas, en términos de experiencia y que tenga relación de dependencia con los medios”. Final para los free-lance y aquellos que trabajan por contrato.

¿Qué sucedería, en un juego de ficción, si aquellas exigencias se invirtieran?. Si a los periodistas acreditados en la Casa Rosada se les ocurriera asistir sólo si la vocería oficial fuera ejercida por un hombre probo, de larga trayectoria y excelencia?. A Adorni, tal vez, le fastidie la tensión que muchas veces generan las preguntas, acertadas o no, de muchos de los colegas. Su propuesta de limpieza y restricción hace recordar a episodios ocurridos en otros países, no precisamente libertarios. Manuel López Obrador, en sus charlas diarias con la prensa en México, registró numerosos episodios de discordia con periodistas que lo interpelaban.

Como broche, Adorni justificó todo alrededor de “la mentira”. “No la soportamos. Menos de un periodista. Hoy te miente con una cosa y mañana con asuntos mucho más graves que incluso pueden poner en riesgo a la Argentina”, remató. Con tal argumento justificó los comportamientos de Milei con la prensa. Pretendió, al mismo tiempo, consolidar una narrativa libertaria maniquea que estaciona la verdad en un solo lugar y la mentira en el otro.

Milei acostumbra hacer de aquel ejercicio un estilo. Excede largamente el ámbito del periodismo. La semana anterior festejó (como si hubiera motivos para eso) el índice de inflación de junio que el INDEC determinó en 4.6%. Pero la celebración apuntó solo a la descalificación de economistas o consultoras que habían previsto un indicador apenas más elevado. Habló de quienes habrían vaticinado hasta un 6%. Absolutamente falso.

Un caso similar sucedió después de la nueva consagración de la selección de fútbol en la Copa América. Posteó una defensa por un supuesto maltrato a Lionel Messi de periodistas a los cuales “les molesta que se les diga cuando mienten, calumnian, injurian y persiguen a las personas”. Acompañó esas palabras con la portada de la revista Noticias (Editorial Perfil) de junio del 2016 luego de otra versión de la Copa América que tuvo cuatro hitos: el segundo título de Chile; el subcampeonato de la Argentina tras perder la final con la nación trasandina; el penal errado por Messi en la tanda definitoria y su circunstancial renuncia al equipo nacional.

La revista editó un largo artículo psicológico-deportivo explicando aquel presunto fracaso que no fue escrito por ningún periodista. Correspondió al neurólogo y ahora diputado radical, Facundo Manes.

El Presidente es muy ducho en esas manipulaciones con sus redes sociales. También, frecuentemente, con sus palabras. Negó (Adorni también) que en algún momento se le hubiera pasado por la cabeza utilizar la victoria de la selección de fútbol para su provecho. Les ofreció el balcón de la Casa Rosada “para que saludaran al pueblo”. Nada ocurrió porque el puñado de jugadores que regresó al país prefirió un festejo íntimo distanciados de cualquier vecindad con el poder.

Se trata de otra de las virtudes de este grupo, al margen de la aptitud futbolística. La idea de no intoxicarse con la política que suele rastrear en los éxitos deportivos un vínculo masivo con la sociedad. En otros lugares pasa, aunque no con la alevosía que suele destilar la dirigencia local. De hecho, la selección de España, que ganó su cuarta Eurocopa, fue recibida por el premier socialista, Pedro Sánchez, y por el Rey Felipe VI.

La prevención de los futbolistas de este tiempo tiene precedentes. Muchos de ellos eludieron un cerco del gobierno de Alberto y Cristina Fernández cuando regresaron con la Copa del Mundial de Qatar en 2022. Varios habían sido cooptados en el predio de la AFA, en 2014, cuando regresaron subcampeones de Brasil. Debieron ser partícipes de un acto comandado por Cristina y el entonces mandamás del fútbol, Julio Grondona.

Quizás la frustración indujo a Milei a redoblar su embestida contra los clubes de fútbol y la AFA cuando aún los festejos estaban a pleno. Está claro que la conducción del fútbol argentino, que representa Claudio Tapia, resulta indefendible en casi todos los aspectos, al margen de los éxitos deportivos. El empeño presidencial, en una nación quebrada, por impulsar el proyecto de las Sociedades Anónimas en los clubes también sonaría oportunista y simplificadora.

La segunda gran medida de desregulación de la cual se encargó el nuevo Ministro de Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, (la primera fue Cielos Abiertos) apuntó justamente a los clubes de fútbol. Como si dicha herramienta pudiera resultar mágica. El problema merece un debate –no su descarte a libro cerrado– porque es de una complejidad inmensa. No se trata sólo de un atajo con inversores de millones.

Inglaterra, el prototipo de Milei, posee la liga profesional de fútbol más jerarquizada y rica del planeta. Su selección, sin embargo, ha ganado un solo Mundial (1966, jugado en su país) y apenas dos veces superó los cuartos de final. Nunca obtuvo la Eurocopa. El desquiciado fútbol argentino aflora como verdadera contracara.

(Imagen: Adorni: «Vamos a hacer una sala de prensa de élite».

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